INTRODUCCIÓN

“El Adviento nos invita a detenernos, en silencio, para captar una presencia. Es una invitación a comprender que los acontecimientos de cada día son gestos que Dios nos dirige, signos de su atención por cada uno de nosotros. ¡Cuán a menudo nos hace percibir Dios un poco de su amor! El Adviento nos invita y nos estimula a contemplar al Señor presente. La certeza de su presencia, ¿no debería ayudarnos a ver el mundo de otra manera? ¿No debería ayudarnos a considerar toda nuestra existencia como "visita", como un modo en que él puede venir a nosotros y estar cerca de nosotros, en cualquier situación?

Otro elemento fundamental del Adviento es la espera, una espera que es al mismo tiempo esperanza. El Adviento nos impulsa a entender el sentido del tiempo y de la historia, como ocasión propicia para nuestra salvación. La esperanza marca el camino de la humanidad, pero para los cristianos está animada por una certeza: el Señor está presente a lo largo de nuestra vida, nos acompaña y un día enjugará también nuestras lágrimas. Un día, no lejano, todo encontrará su cumplimiento en el reino de Dios, reino de justicia y de paz.

El Adviento cristiano es una ocasión para despertar de nuevo en nosotros el sentido verdadero de la espera, volviendo al corazón de nuestra fe, que es el misterio de Cristo, el Mesías esperado durante muchos siglos y que nació en la pobreza de Belén. Al venir entre nosotros, nos trajo y sigue ofreciéndonos el don de su amor y de su salvación.

El Adviento es el tiempo de la presencia y de la espera de lo eterno. Precisamente por esta razón es, de modo especial, el tiempo de la alegría, de una alegría interiorizada, que ningún sufrimiento puede eliminar.

La alegría por el hecho de que Dios se ha hecho niño. Esta alegría, invisiblemente presente en nosotros, nos alienta a caminar confiados. La Virgen María, por medio de la cual nos ha sido dado el Niño Jesús, es modelo y sostén de este íntimo gozo.”[1]

OBJETIVO

Al finalizar el tema las parejas deberán:

1) Reconocer los tres fundamentos del Adviento.

2) Conocer el origen y significado del Adviento.

3) Distinguir los cuatro hechos que se desarrollan durante el Adviento.

DESARROLLO

a) De acuerdo a las sesiones los objetivos se alcanzarán, como sigue:

Sesión 1  objetivo 1 y 2

Sesión 2  objetivo 3

b) Las citas bíblicas para la reunión a fin de poderlas repartir entre las parejas que integran el grupo, son:

Sesión 1  Mt. 1, 18-24; Rom. 14, 11-12; Mt. 24, 36; 46; He. 13, 34; 7, 52; Gn. 1, 26; Gn. 1, 27; 1 Tim 2, 4

Sesión 2  Mc. 13, 37; Lc. 3, 4-5; Lc. 1, 43; Lc. 1, 37-38

 

 

ORACION INICIAL

Jesucristo, Palabra del Padre,

luz eterna de todo creyente:

ven y escucha la súplica ardiente,

ven, Señor, porque ya se hace tarde.

 

Cuando el mundo dormía en tinieblas,

en tu amor tú quisiste ayudarlo

y trajiste, viniendo a la tierra,

esa vida que puede salvarlo.

 

Ya madura la historia en promesas,

sólo anhela tu pronto regreso;

si el silencio madura la espera,

el amor no soporta el silencio.

 

Con María, la Iglesia te aguarda

con anhelos de esposa y de Madre,

y reúne a sus hijos en vela,

para juntos poder esperarte.

 

Cuando vengas, Señor, en tu gloria,

que podamos salir a tu encuentro

y a tu lado vivamos por siempre,

dando gracias al Padre en el reino.

Amén.

 

FUNDAMENTOS DEL ADVIENTO

El "Adviento" tiene TRES fundamentos:

1. RECORDAR EL PASADO: Celebrar y contemplar el nacimiento de Jesús en Belén. Su venida en la carne, lleno de humildad y pobreza material. Vino como uno de nosotros, hombre entre los hombres. (Mt. 1, 18-24)

2.VIVIR EL PRESENTE: Se trata de vivir en el presente de nuestra vida diaria la "presencia de Jesucristo" en nosotros y, por nosotros, en el mundo. Vivir siempre vigilantes, caminando por los caminos del Señor, en la JUSTICIA y en el AMOR. (Rom. 14, 11-12)

3. PREPARAR EL FUTURO: Se trata de prepararnos para la Parusía o segunda venida de Cristo en la "majestad de su gloria", dándole un sentido VIVENCIAL a la FE y ESPERANZA CRISTIANA. (Mt. 24, 36; 46)

La palabra Adviento proviene del latín "Adventus" que significa la venida. En un principio con este término se denominaba al tiempo de la preparación para la segunda venida de Cristo o parusía y no el nacimiento de Jesús como ahora lo conocemos (He. 13, 34; 7, 52) se usa Adventum para referirse a la Venida de Cristo en la Encarnación. (C.I.C. 522)

Haciendo referencia a este tiempo la primitiva Iglesia meditaba sobre los pasajes evangélicos que hablan del fin del mundo, el juicio final y la invitación de San Juan Bautista al arrepentimiento y la penitencia para estar preparados. (C.I.C. 523)

El Adviento es un tiempo litúrgico que comienza en el Domingo más cercano a la fiesta de San Andrés Apóstol (30 de noviembre) y abarca cuatro Domingos. El primer Domingo puede adelantarse hasta el 27 de noviembre, y entonces el Adviento tiene veintiocho días, o retrasarse hasta el 3 de diciembre, teniendo solo veintiún días.

ADVIENTO

1. Adviento quiere decir “venida”. Por tanto, debemos preguntarnos:

¿Quién es el que viene? y ¿para qué viene?

Enseguida encontramos la respuesta a esta pregunta. Hasta los niños saben que es Jesús quien viene para ellos y para todos los hombres. Viene una noche en Belén, nace en una gruta, que se utilizaba como establo para el ganado. Hay asimismo quienes dudan y parecen ajenos a la verdad que encierra la Navidad, aunque participen de su alegría. Precisamente para esto disponemos del tiempo de Adviento, para que podamos penetrar en esta verdad esencial del cristianismo cada año de nuevo.

2. La verdad del cristianismo corresponde a dos realidades fundamentales que no podemos perder nunca de vista. Las dos están estrechamente relacionadas entre sí. Y justamente este vínculo íntimo, hasta el punto de que una realidad parece explicar la otra, es la nota característica del cristianismo. La primera realidad se llama “Dios”, y la segunda “el hombre”. El cristianismo brota de una relación particular entre Dios y el hombre.

 

Es el misterio de la Encarnación el que explica por sí mismo esta relación. Y justamente por esto el cristianismo no es sólo una “religión de adviento”, sino el Adviento mismo. El cristianismo vive el misterio de la venida real de Dios hacia el hombre, y de esta realidad palpita y late constantemente. Esta es sencillamente la vida misma del cristianismo.

3. Para comprender hasta el fondo esta doble realidad de la que late y palpita el cristianismo, hay que remontarse hasta los comienzos mismos de la Revelación o, mejor, hasta los comienzos casi del pensamiento humano.

En los comienzos del pensar humano pueden darse concepciones diferentes; el pensar de cada individuo tiene la propia historia en su vida ya desde la infancia. Queremos hacer constancia de que, en las bases mismas del pensar, en sus fuentes, se encuentran el concepto de “Dios” y el concepto de “hombre”. Muchas formas de ateísmo se derivan de que falta la relación adecuada con este concepto de Dios. Por ello, dichas formas son o, al menos pueden serlo, negaciones de algo o, más bien, de algún otro que no corresponde al Dios verdadero.

4. El Adviento, en cuanto tiempo litúrgico del año eclesial, nos remonta a los comienzos de la Revelación. Y precisamente en los comienzos nos encontramos enseguida con la vinculación fundamental de estas dos realidades: Dios y el hombre.

Tomando el primer libro de la Sagrada Escritura, el Génesis, se comienza leyendo estas palabras: “Al principio creó...”. Estas tres palabras constituyen como el umbral de la Revelación. Señala a Dios como Aquel que existe antes de este principio, Aquel que no está limitado ni por el tiempo ni por el espacio, y que “crea”, es decir, que “da comienzo” a todo lo que no es Dios, lo que constituye el mundo visible e invisible. En este contexto el verbo “creó” dice acerca de Dios, en primer lugar, que Él existe, que es, que Él es la plenitud del ser, que tal plenitud se manifiesta como Omnipotencia, y que esta Omnipotencia es a un tiempo Sabiduría y Amor. Esto es lo que nos dice de Dios la primera frase de la Sagrada Escritura. De este modo se forma en nuestro entendimiento el concepto de “Dios”, si nos queremos referir a los comienzos de la Revelación.

5. En cambio, sí queremos hacer constar que en los comienzos de la Revelación —en el mismo libro del Génesis—, y ya en el primer capítulo, encontramos la verdad fundamental acerca del hombre que Dios crea a su “imagen y semejanza”. Leemos en él: “Díjose entonces Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y a nuestra semejanza” (Gn. 1, 26), y a continuación: “Creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de Dios lo creó, y los creó macho y hembra” (Gn. 1, 27).[2]

Dios que crea y en esta creación se revela simultáneamente a Sí mismo; el hombre, creado a imagen y semejanza de Dios, “refleja” a Dios en el mundo visible creado. Dios quiere que el hombre se haga partícipe de su verdad, de su amor, de su misterio, para que pueda participar en la vida del mismo Dios. El hombre mismo, después del pecado original, está entre “el bien y el mal”.

“La realidad del hombre” —la más profunda “realidad del hombre”—, parece desenvolverse continuamente entre lo que desde el principio ha sido definido como el “árbol de la vida” y “el árbol de la ciencia del bien y del mal”. Por esto, en nuestras meditaciones sobre el Adviento, que miran a las leyes fundamentales, a las realidades esenciales, no se puede excluir otro tema: esto es, el que se expresa con la palabra: pecado.

6. El catecismo nos dice, de manera sencilla y fácil de recordar, que es la transgresión del mandamiento de Dios. Indudablemente el pecado es la transgresión de un principio moral, violación de una “norma” —y sobre esto todos están de acuerdo, aun los que no quieren oír hablar de “los mandamientos de Dios”—. También ellos están concordes en admitir que las principales normas morales, los más elementales principios de conducta, sin los cuales no es posible la vida y la convivencia entre los hombres, son precisamente los que nosotros conocemos como “mandamientos de Dios”. La vida del hombre, la convivencia entre los hombres, se desarrolla en una dimensión ética, y ésta es su característica esencial, y es también la dimensión esencial de la cultura humana.

El contenido de la tentación toca lo que el mismo Creador ha plasmado en el hombre -porque, de hecho, ha sido creado a “semejanza de Dios”, que quiere decir “igual que Dios”-. Toca también al anhelo de conocer qué hay en el hombre y el anhelo de dignidad. Sólo que lo uno y lo otro se falsifica de tal manera, que tanto el anhelo de conocer, como el de dignidad —es decir, la semejanza con Dios— en el hecho de la tentación son utilizados para contraponer al hombre con Dios. El tentador coloca al hombre contra Dios, sugiriéndole que Dios es su adversario, que intenta mantener al hombre en estado de “ignorancia”; que pretende “limitarlo” para subyugarlo.

7. Adviento quiere decir: Dios que viene, porque quiere que “todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2, 4). Viene porque ha creado al mundo y al hombre por amor, y con él ha establecido el orden de la gracia.

Pero viene “por causa del pecado”, viene “a pesar del pecado”, viene para quitar el pecado.

Por eso no nos extrañamos de que, en la noche de Navidad, no encuentre sitio en las casas de Belén y deba nacer en un establo, en la cueva que servía de refugio a los animales.

Pero lo más importante es el hecho de que Él viene.

¡El Señor está cerca!

El Adviento de cada año nos recuerda que la gracia, es decir, la voluntad de Dios para salvar al hombre, es más poderosa que el pecado. Esta relación ilumina las bases mismas del cristianismo. Nos permite además dar una respuesta fundamental a dos preguntas:




HECHOS QUE SE PRESENTAN DURANTE EL ADVIENTO

I Domingo de Adviento

La vigilancia en espera de la venida del Señor. Durante la primera semana las lecturas bíblicas y la predicación son una invitación con las palabras del Evangelio (Mc.13, 37). Es importante que, como familia nos hagamos un propósito que nos permita avanzar en el camino hacia la Navidad. Como resultado deberemos buscar el perdón de quienes hemos ofendido y darlo a quienes nos hayan ofendido para comenzar el Adviento viviendo en un ambiente de armonía y amor familiar. Desde luego, esto deberá ser extensivo también a los demás grupos de personas con los que nos relacionamos diariamente, como la escuela, el trabajo, los vecinos, los amigos, los parientes. Durante ésta semana, la familia, al igual que en cada comunidad parroquial, se enciende la primera vela de la Corona de Adviento, color morada, como signo de vigilancia y deseos de conversión. 

II Domingo de Adviento

La conversión, nota predominante de la predicación de Juan Bautista. Durante la segunda semana, la liturgia nos invita a reflexionar con la exhortación del profeta Juan Bautista: (Lc. 3, 4-5) en la primera semana nos reconciliaremos con las personas que nos rodean; como siguiente paso, la Iglesia nos invita a acudir al Sacramento de la Reconciliación (Confesión) que nos devuelve la amistad con Dios que habíamos perdido por el pecado. Se enciende la segunda vela morada de la Corona de Adviento, como signo del proceso de conversión que estamos viviendo. Durante esta semana puedes buscar en los diferentes templos, los horarios de confesiones disponibles, para que cuando llegue la Navidad, estés bien preparado interiormente, uniéndote a Jesús y a los hermanos en la Eucaristía.

III Domingo de Adviento

El testimonio que María, la Madre del Señor, vive, sirviendo y ayudando al prójimo. Precisamente la liturgia de Adviento nos invita a recordar la figura de María, que se prepara para ser la Madre de Jesús y que además está dispuesta a ayudar y servir a quien la necesita. El evangelio nos relata la visita de la Virgen a su prima Isabel y nos invita a repetir como ella: (Lc. 1, 43)

Sabemos que María está siempre acompañando a sus hijos en la Iglesia, por lo que nos dispondremos a vivir en la tercera semana de Adviento, meditando acerca del papel que la Virgen María desempeñó. Te proponemos que fomentes la devoción a María, rezando el Rosario en familia. Encendemos como signo de espera gozosa, la tercera vela, color rosa, de la Corona de Adviento.

IV Domingo de Adviento

El anuncio del nacimiento de Jesús hecho a José y a María. Las lecturas bíblicas y la predicación, dirigen su mirada a la disposición de la Virgen María, ante el anuncio del nacimiento de su Hijo y nos invitan a Aprender de María y aceptar a Cristo que es la Luz del Mundo (Lc. 1, 37-38). Como ya está tan próxima la Navidad, ya debemos habernos reconciliado con Dios y con nuestros hermanos; ahora nos queda solamente esperar la gran fiesta. Como familia debemos vivir la armonía, la fraternidad y la alegría que ésta cercana celebración representa. Todos los preparativos para la fiesta debieran vivirse en este ambiente, con el firme propósito de aceptar a Jesús en los corazones, las familias y las comunidades. Por lo que se enciende la cuarta vela color morada, de la Corona de Adviento. (C.I.C. 524)

ORACION FINAL

Preparemos los caminos

ya se acerca el Salvador

y salgamos, peregrinos,

al encuentro del Señor.

Ven, Señor, a libertarnos,

ven, tu pueblo a redimir;

purifica nuestras vidas

y no tardes en venir.

El rocío de los cielos

sobre el mundo va a caer,

el Mesías prometido,

hecho niño, va a nacer.

De los montes la dulzura,

de los ríos leche y miel,

de la noche será aurora

la venida de Emmanuel.

Te esperamos anhelantes

ya sabemos que vendrás;

deseamos ver tu rostro

y que vengas a reinar.

Consolaos y alegraos,

desterrados de Sión,

que ya viene, ya está cerca,

él es nuestra salvación.

Amén.