INTRODUCCIÓN

Dios ha hecho todo, ha hecho lo imposible, se ha hecho carne. Su omnipotencia de amor ha realizado lo que va más allá de la comprensión humana, el Infinito se ha hecho niño, ha entrado en la humanidad. Y, sin embargo, este mismo Dios no puede entrar en mi corazón si yo no le abro la puerta. Porta fidei. La puerta de la fe.

Este poder del hombre de cerrarse a Dios puede darnos miedo. Pero he aquí la realidad que aleja este pensamiento tenebroso, la esperanza que vence el miedo: la verdad ha brotado. Dios ha nacido. «La tierra ha dado su fruto». Sí, hay una tierra buena, una tierra sana, libre de todo egoísmo y de toda cerrazón. Hay en el mundo una tierra que Dios ha preparado para venir a habitar entre nosotros. Una morada para su presencia en el mundo.

Esta tierra existe, y también hoy, de esta tierra ha brotado la verdad. Por eso hay esperanza en el mundo, una esperanza en la que poder confiar, incluso en los momentos y en las situaciones más difíciles. La verdad ha brotado trayendo amor, justicia y paz.[1]

OBJETIVO

Al finalizar el tema las parejas deberán:

1)    Conocer el signo presente de la Navidad del Señor.

2)    Vivir la Navidad como tiempo litúrgico.

3)    Comprender a lo que se refiere la “Octava de Navidad”.

DESARROLLO

a) De acuerdo a las sesiones los objetivos se alcanzarán, como sigue:

Sesión 1     objetivo 1, 2 y 3

b) Las citas bíblicas para la reunión a fin de poderlas repartir entre las parejas que integran el grupo, son:

Sesión 1     Lc. 2, 16; Lc. 2, 8-18; Is. 9, 5-6



ORACION INICIAL

De un Dios que se encarnó

muestra el misterio la luz de Navidad.

Comienza hoy Jesús, tu nuevo imperio

de amor y de verdad.

 

El Padre eterno te engendró en su mente

desde la eternidad,

y antes que el mundo, ya eternamente,

fue tu natividad.

 

La plenitud del tiempo está cumplida;

rocío bienhechor

baja del cielo, trae nueva vida

al mundo pecador.

 

¡Oh santa noche! Hoy Cristo nacía

en mísero portal;

Hijo de Dios, recibe de María

la carne del mortal.

 

Señor Jesús, el hombre en este suelo

cantar quiere tu amor,

y, junto con los ángeles del cielo,

te ofrece su loor.

 

Este Jesús en brazos de María

es nuestra redención;

cielos y tierra con su abrazo unía

de paz y de perdón.

 

Tú eres el Rey de Paz, de ti recibe

su luz el porvenir;

¡Ángel de! gran Consejo, por ti vive

cuanto llega a existir.

 

A ti, Señor, y al Padre la alabanza,

y de ambos al Amor.

Contigo al mundo llega la esperanza;

a ti gloria y honor.

Amén.

LA NAVIDAD DEL SEÑOR

1. El nacimiento de Dios, no es sólo el recuerdo de las luces del árbol junto al pesebre en casa, en la familia o en la iglesia parroquial, sino algo más. Es la chispa de luz más profunda de la humanidad a quien Dios ha visitado, esta humanidad acogida de nuevo y asumida por Dios mismo; asumida en el Hijo de María en la unidad de la Persona divina: el Hijo Verbo.

La naturaleza humana asumida místicamente por el Hijo de Dios en cada uno de nosotros, que hemos sido adoptados en la nueva unión con el Padre. La irradiación de este misterio se expande lejos, muy lejos; alcanza también aquellas partes o esferas de la existencia de los hombres en las que todo pensamiento acerca de Dios ha sido como ofuscado, y parece estar ausente como si se hubiera quemado y apagado del todo. Y he aquí que con la noche de Navidad apunta un resplandor: ¿Acaso... a pesar de todo? Bienaventurado este “acaso... a pesar de todo”: es un indicio de fe y esperanza.

2. En la fiesta de Navidad leemos que los pastores de Belén fueron convocados los primeros al pesebre a ver al recién nacido: “Fueron con presteza y encontraron a María, a José y al Niño acostado en un pesebre” (Lc 2, 16).

En ese “encontraron”. Esta palabra indica búsqueda. En efecto, los pastores de Belén, cuando se pusieron a descansar con su rebaño, no sabían que había llegado el tiempo en que iba a acontecer lo que habían anunciado desde hacía siglos los Profetas del pueblo al que ellos mismos pertenecían; y que iba a tener cumplimiento precisamente aquella noche; y que se realizaría en las proximidades del lugar donde se hallaban. Incluso después de despertarse del sueño en que estaban sumidos, no sabían ni qué había ocurrido ni dónde había ocurrido. Su llegada a la gruta de la Natividad era el resultado de una búsqueda. Pero al mismo tiempo habían sido llevados y conducidos por la voz y la luz. Y si nos remontamos más en el pasado, los vemos guiados por la tradición de su pueblo, por su espera. Sabemos que Israel habla recibido la promesa del Mesías.

3. “Encontraron” indica “búsqueda”.

El hombre es un ser que busca. Toda su historia lo confirma. También la vida de cada uno de nosotros lo atestigua. Muchos son los campos en que el hombre busca e investiga y luego encuentra, y a veces, después de haber encontrado, comienza de nuevo a buscar. Entre todos estos campos en que el hombre se revela como un ser que busca, hay uno, el más profundo. Es el que entra más íntimamente en la humanidad misma del ser humano. Y es el más vinculado al sentido de toda la vida humana.

El hombre es el ser que busca a Dios.

Varios son los senderos de esta búsqueda. Múltiples son las historias del alma humana precisamente en esos caminos. A veces las vías parecen muy sencillas y próximas. Otras veces son difíciles, complicadas, alejadas. Unas veces el hombre llega fácilmente; ¡he encontrado! Otras veces lucha con dificultades como si no pudiera penetrar en sí mismo ni en el mundo y, sobre todo, como si no pudiese comprender el mal que hay en el mundo.

4. ¿Cómo ha nacido Cristo? ¿Cómo ha venido al mundo? ¿Por qué ha venido al mundo?

Ha venido al mundo para que lo puedan encontrar los hombres; los que lo buscan. Al igual que lo encontraron los pastores en la gruta de Belén. Jesús ha venido al mundo para revelar toda la dignidad y nobleza de la búsqueda de Dios, que es la necesidad más profunda del alma humana, y para salir al encuentro de esta búsqueda. [2]

TIEMPO LITÚRGICO

Para los católicos la Navidad es un tiempo litúrgico en el que renovamos la conciencia de un acontecimiento que sigue teniendo plena vigencia: la segunda Persona de la Trinidad, la Palabra de Dios, ha nacido en un pesebre de Belén. Dios se ha hecho hombre, se ha hecho Niño, entrando así en la historia humana y su lógica. Por tanto, según unas coordenadas concretas: en un momento dado, en un lugar determinado, a través de una cultura que Él quiso asumir con todas las consecuencias. A partir de entonces, no se ha retirado ni se ha retractado de ese acontecimiento definitivo, que ha cambiado la vida del mundo y sigue expandiendo su energía salvadora en el tiempo y en el espacio de cada uno y de todos, a la vez que pide nuestra colaboración para que su amor llegue hasta los rincones más apartados. (Lc. 2, 8-18)

La Navidad sólo sucedió históricamente “de una vez por todas”. Pero, al ser Dios su protagonista principal, no es algo que simplemente pasó; sino que sigue siendo plenamente actual. No sólo en el “Hoy” eterno de Dios, sino también en nuestras vidas, que se abren mediante la fe a la vida de Dios, permitiéndonos vivir y comprender los valores eternos, mientras tratamos de reproducirlos en nuestra existencia ordinaria. Lo hacemos, ciertamente, en la medida de nuestras modestas posibilidades; pero a la vez, y esto es lo fascinante, estamos llamados a realizarlo con la vida misma de Dios (el cristiano pertenece al Cuerpo místico de Cristo); con su fuerza redentora y salvadora, siempre amable; con su luz reveladora y maravillosa. (Is. 9, 5-6)

La Navidad celebra este nacimiento y esta vida de Dios entre los hombres y de los hombres con Dios. Un nacimiento y una vida que, según la fe cristiana, tienen una referencia al pasado, y, a la vez, son plenamente actuales y condición para la vida plena en el futuro de los hombres (C.I.C. 525, 526).

En la vigilia de Navidad, el 24 de diciembre a medianoche, se celebra la misa de Navidad llamada "Misa de Gallo".

La noche del 24 de diciembre se empieza a celebrar de manera solemne la Natividad del Señor y luego siguen ocho días llamados “Octava de Navidad”. 

Comienza el 25 de diciembre y concluye el 1 de enero, en los que igualmente se festeja el nacimiento del Niño Dios.

OCTAVA DE NAVIDAD

El ciclo litúrgico llamado Tiempo de Navidad, abarca desde el 25 de diciembre, fiesta del Nacimiento del Salvador, hasta el 2 de febrero, fiesta de la Purificación, comprendiendo, por lo tanto, cuarenta días. Su objeto es celebrar con júbilos de gozo el Nacimiento del Señor, en Belén; su infancia y vida oculta, en Nazareth; y las primeras y solemnes manifestaciones del mismo a los hombres.

La celebración de la “Octava” tiene sus raíces en el Antiguo Testamento, en el que los judíos festejaban las grandes fiestas por ocho días. Es así que la Octava (ocho días) sigue siendo una tradición muy importante en la Iglesia y por ello se ha establecido sólo dos en el calendario litúrgico: la “Octava de Navidad” y la “Octava de Pascua”.

Dentro de la octava de Navidad se celebra el:

1. 25 de diciembre. La solemnidad de la Natividad del Señor.

2. 26 de diciembre. San Esteban Mártir. Que representa aquellos que murieron por Cristo voluntariamente.

3. 27 de diciembre. San Juan Evangelista, que representa aquellos que estuvieron dispuestos a morir por Cristo, pero no los mataron. San Juan fue el único Apóstol que se arriesgó a estar con La Virgen al pie de la cruz.

4. 28 de diciembre. Los Santos Inocentes representan aquellos que murieron por Cristo sin saberlo. Recordemos los millones que hoy día son abortados.

5. El domingo después de la Navidad celebramos la Sagrada Familia, modelo de toda familia en la tierra.

6. El primer día del año celebramos la festividad de María Madre de Dios.


(Concluye la Octava de Navidad del 25 de diciembre al 1° de enero)


La celebración de la Navidad continúa.

7. El 6 de enero es la fiesta de la Epifanía o manifestación del Señor a los Reyes Magos. (En muchos lugares la Epifanía se traslada al domingo entre el 2 y el 8 de enero)

8. La Navidad termina con el bautismo del Señor.

ORACION FINAL

Hermanos, Dios ha nacido

sobre un pesebre. Aleluya.

Hermanos, cantad conmigo:

«Gloria a Dios en las alturas».

Desde su cielo ha traído

mil alas hasta su cuna.

Hermanos, cantad conmigo:

«Gloria a Dios en las alturas».

Hoy mueren todos los odios

y renacen las ternuras.

Hermanos, cantad conmigo:

«Gloria a Dios en las alturas».

El corazón más perdido

ya sabe que alguien le busca.

Hermanos, cantad conmigo:

«Gloria a Dios en las alturas».

El cielo ya no está solo,

la tierra ya no está a oscuras.

Hermanos, cantad conmigo:

«Gloria a Dios en las alturas».

Amén.