Este tema lo iniciaremos con dos preguntas básicas, para responderse en forma personal:


INTRODUCCIÓN

La primera comunidad cristiana vivía su compromiso cristiano de forma muy radical. Para ellos el haber descubierto a Jesús de Nazareth era algo tan importante y fundamental que sus vidas habían cambiado para siempre. Se daban cuenta que el proyecto de Jesús era algo muy serio y que no era fácil seguirlo. Las primeras comunidades vivían como a «contracorriente» de la sociedad de su tiempo (judíos, imperio romano...) y por ello eran muy exigentes a la hora de admitir miembros de pleno derecho dentro de ellas. La decisión de entrar era radical, por eso existía un largo proceso que duraba más de tres años en los cuales los que querían entrar en la comunidad pasaban por una serie de etapas, aprendían los valores con que tenían que vivir, recibían una enseñanza de las verdades en las que la comunidad vivía, iban ejercitándose en un compromiso... Era lo que se llamaba «el catecumenado». Al final recibían en la noche de Pascua los sacramentos de iniciación: bautismo y eucaristía (C.I.C. 1438,1431).

Cuaresma quiere recordarnos eso mismo. La radical entrega que supone el seguir a Jesús. Lo difícil que es. Lo limitados que somos y la cantidad de veces que nos volvemos atrás de nuestra decisión de seguir a Jesús. (Joel 2,12-18)

OBJETIVO

Al finalizar el tema las parejas deberán:

1)  Conocer el signo presente de la Navidad del Señor.

2)  Vivir la Navidad como tiempo litúrgico.

3)  Comprender a lo que se refiere la “Octava de Navidad”.

DESARROLLO

a) De acuerdo a las sesiones los objetivos se alcanzarán, como sigue:

Sesión 1  objetivo 1, 2 y 3

 

b) Las citas bíblicas para la sesión a fin de poderlas repartir entre las parejas que integran el grupo, son:

Sesión 1  Gn. 17, 4-5; Nm. 32, 13; Ex. 34, 28; 1Re. 19, 8; Mt. 4, 1-2



 

ORACIÓN INICIAL

Llorando los pecados tu pueblo está, Señor.

Vuélvenos tu mirada y danos el perdón.

Seguiremos tus pasos camino de la cruz,

subiendo hasta la cumbre de la Pascua de luz.

La Cuaresma es combate

las armas: oración, limosnas y vigilias

por el Reino de Dios.

«Convertid vuestra vida, volved a vuestro Dios,

y volveré a vosotros» esto dice el Señor.

Tus palabras de vida nos llevan hacia ti

los días cuaresmales nos las hacen sentir. 

Amén.

 

EL SENTIDO

La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.

La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina el Domingo de Ramos, día que se inicia la Semana Santa. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.

La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio (Gn. 17, 4-5), de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto (Nm. 32, 13), de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña (Ex. 34, 28; 1Re. 19, 8), de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública (Mt. 4, 1-2).

La Cuaresma es un tiempo apropiado para purificarnos de nuestras faltas y pecados pasados y presentes que han herido el amor de ese Dios Padre; esta purificación la lograremos mediante unas prácticas recomendadas por nuestra madre Iglesia; así llegaremos preparados y limpios interiormente para vivir espiritualmente la Semana Santa, con todo la profundidad, veneración y respeto que merece. Estas prácticas son el ayuno, la oración y la limosna.

Ayuno no sólo de comida y bebida, que también será agradable a Dios, pues nos servirá para templar nuestro cuerpo, a veces tan caprichoso y tan regalado, y hacerlo fuerte y pueda así acompañar al alma en la lucha contra los enemigos de siempre: el mundo, el demonio y nuestras propias pasiones desordenadas. Ayuno y abstinencia, sobre todo, de nuestros egoísmos, vanidades, orgullos, odios, perezas, murmuraciones, deseos malos, venganzas, impurezas, iras, envidias, rencores, injusticias, insensibilidad ante las miserias del prójimo. Ayuno y abstinencia, incluso, de cosas buenas y legítimas para reparar nuestros pecados y ofrecerle a Dios un pequeño sacrificio y un acto de amor; por ejemplo, ayuno de televisión, de diversiones, de cine, de bailes durante este tiempo de cuaresma.

Ayuno y abstinencia, también, de muchos medios de consumo, de estímulos, de satisfacción de los sentidos; ayuno aquí significará renunciar a todo lo que alimenta nuestra tendencia a la curiosidad, a la sensualidad, a la disipación de los sentidos, a la superficialidad de vida. Este tipo de ayuno es más meritorio a los ojos de Dios y nos requerirá mucho más esfuerzo, más dominio de nosotros mismos, más amor y voluntad de nuestra parte (C.I.C. 1438).

Limosna (dar). No sólo la limosna material, pecuniaria: unas cuantas monedas que damos a un pobre mendigo en la esquina. La limosna tiene que ir más allá: prestar ayuda a quien necesita, enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que nos lo pide, compartir alegrías, repartir sonrisa, ofrecer nuestro perdón a quien nos ha ofendido. El darse es esa disponibilidad a compartir todo, la prontitud a darse a sí mismos. Significa la actitud de apertura y la caridad hacia el otro. Recordemos aquí a san Pablo: (1 Corintios 13, 3). También san Agustín es muy elocuente cuando escribe: “Si extiendes la mano para dar, pero no tienes misericordia en el corazón, no has hecho nada; en cambio, si tienes misericordia en el corazón, aun cuando no tuvieses nada que dar con tu mano, Dios acepta tu limosna” (C.I.C. 2447).

Y, finalmente, oración. Si la limosna era apertura al otro, la oración es apertura a Dios. Sin oración, tanto el ayuno como la limosna no se sostendrían; caerían por su propio peso. En la oración, Dios va cambiando nuestro corazón, lo hace más limpio, más comprensivo, más generoso...en una palabra, va transformando nuestras actitudes negativas y creando en nosotros un corazón nuevo y lleno de caridad. La oración es generadora de amor. La oración me induce a conversión interior. La oración es vigorosa promotora de la acción, es decir, me lleva a hacer obras buenas por Dios y por el prójimo. En la oración recobramos la fuerza para salir victoriosos de las asechanzas y tentaciones del mundo y del demonio. Cuaresma, pues, tiempo fuerte de oración (C.I.C. 2744, 2745)


Después de esta catequesis, profundiza un poco más sobre las mismas preguntas. 


"La Cuaresma es una oportunidad para "volver a ser" cristianos, a través de un proceso constante de cambio interior y de progreso en el conocimiento y en el amor de Cristo. La conversión no se realiza nunca de una vez para siempre, sino que es un proceso, un camino interior de toda nuestra vida. " 

S.S Benedicto XVI 


ORACIÓN FINAL

Llorando los pecados

tu pueblo está, Señor.

Vuélvenos tu mirada

y danos el perdón.

Seguiremos tus pasos,

camino de la cruz,

subiendo hasta la cumbre

de la Pascua de luz.

La Cuaresma es combate;

las armas: oración,

limosnas y vigilias

por el reino de Dios.

«Convertid vuestra vida,

volved a vuestro Dios,

y volveré a vosotros»,

esto dice el Señor.

Tus palabras de vida

nos llevan hacia ti,

los días cuaresmales

nos las hacen sentir.

Amén.