INTRODUCCIÓN

La Semana Santa es el momento litúrgico más intenso de todo el año. Sin embargo, para muchos católicos se ha convertido solo en una ocasión de descanso y diversión. Se olvidan de lo esencial: esta semana la debemos dedicar a la oración y la reflexión en los misterios del Triduo Pascual: Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús para aprovechar todas las gracias que esto nos trae. Para vivir la Semana Santa, debemos darle a Dios el primer lugar y participar en toda la riqueza de las celebraciones propias de este tiempo litúrgico. El centro del año litúrgico es el Triduo Pascual, en el cual celebramos la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

OBJETIVO

Al finalizar el tema las parejas deberán:

1) Entender el significado del Triduo Pascual.

2) Conocer la riqueza espiritual en las celebraciones litúrgicas del Triduo Pascual.

DESARROLLO

a)  De acuerdo a las sesiones los objetivos se alcanzarán, como sigue:

Sesión 1     objetivo 1 y 2

 

b) Las citas bíblicas para la sesión a fin de poderlas repartir entre las parejas que integran el grupo, son:

Sesión 1     Heb. 4, 15; Mt. 26, 38; Jn. 19, 37; Ap. 19, 7-9; Lc. 19, 35-38; Jn. 13, 12-15; Lc. 2, 17-20; Lc. 22, 39-48; Rom. 5, 6-11; 1Pe. 1, 3-5; Heb. 9, 24, 27-28


ORACION INICIAL

¡Oh cruz fiel, árbol único en nobleza!

Jamás el bosque dio mejor tributo

en hoja, en flor y en fruto.

¡Dulces clavos! ¡Dulce árbol donde la Vida empieza

con un peso tan dulce en su corteza!

Cantemos la nobleza de esta guerra,

el triunfo de la sangre y del madero;

y un Redentor, que en trance de Cordero,

sacrificado en cruz, salvó la tierra.

Dolido mi Señor por el fracaso

de Adán, que mordió muerte en la manzana,

otro árbol señaló, de flor humana,

que reparase el daño paso a paso.

Y así dijo el Señor: «¡Vuelva la Vida,

y que el Amor redima la condena!»

La gracia está en el fondo de la pena,

y la salud naciendo de la herida.

¡Oh plenitud del tiempo consumado!

Del seno de Dios Padre en que vivía,

ved la Palabra entrando por María

en el misterio mismo del pecado.

¿Quién vio en más estrechez gloria más plena,

y a Dios como el menor de los humanos?

Llorando en el pesebre, pies y manos

le faja una doncella nazarena.

En plenitud de vida y de sendero,

dio el paso hacia la muerte porque él quiso.

Mirad de par en par el paraíso

abierto por la fuerza de un Cordero.

Vinagre y sed la boca, apenas gime;

y, al golpe de los clavos y la lanza,

un mar de sangre fluye, inunda, avanza

por tierra, mar y cielo, y los redime.

Ablándate, madero, tronco abrupto

de duro corazón y fibra inerte;

doblégate a este peso y esta muerte

que cuelga de tus ramas como un fruto.

Tú, solo entre los árboles, crecido

para tender a Cristo en tu regazo;

tú, el arca que nos salva; tú, el abrazo

de Dios con los verdugos del Ungido.

Al Dios de los designios de la historia,

que es Padre, Hijo y Espíritu, alabanza;

al que en la cruz devuelve la esperanza

de toda salvación, honor y gloria.

Amén.

 

TRIDUO PASCUAL

Triduo Pascual, los tres días santos en los que la Iglesia conmemora el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. El Hijo de Dios, al hacerse hombre por obediencia al Padre, llegando a ser en todo semejante a nosotros, excepto en el pecado (Heb. 4, 15), aceptó cumplir hasta el fondo su voluntad, afrontar por amor a nosotros la pasión y la cruz, para hacernos partícipes de su resurrección, a fin de que en Él y por Él podamos vivir para siempre en la consolación y en la paz. Nos exhorta, por tanto, a acoger este misterio de salvación, a participar intensamente en el Triduo pascual, sostén de todo el año litúrgico y momento de gracia especial para todo cristiano; nos invita a buscar en estos días el recogimiento y la oración, a fin de beber más profundamente en este manantial de gracia. Al respecto, con vistas a las festividades inminentes, todo cristiano está invitado a celebrar el sacramento de la Reconciliación, momento de especial adhesión a la muerte y resurrección de Cristo, para poder participar con mayor fruto en la santa Pascua.

El Jueves Santo, por la tarde, comienza efectivamente el Triduo Pascual, con la memoria de la Última Cena, en la que Jesús instituyó el Memorial de su Pascua, cumpliendo así el rito pascual judío. Por último, se concluye con la adoración eucarística, recordando la agonía del Señor en el huerto de Getsemaní. Al salir del Cenáculo, Jesús se retiró a orar, solo, en presencia del Padre. Los Evangelios narran que, en ese momento de comunión profunda, Jesús experimentó una gran angustia, un sufrimiento tal que le hizo sudar sangre (Mt. 26, 38). Jesús dice a los suyos: permaneced aquí y velad. Y esta invitación a la vigilancia atañe precisamente a este momento de angustia, de amenaza, en la que llegará el traidor, pero también concierne a toda la historia de la Iglesia. Es un mensaje permanente para todos los tiempos, porque la somnolencia de los discípulos no sólo era el problema de ese momento, sino que es el problema de toda la historia.

Es insensibilidad ante Dios: esta es nuestra verdadera somnolencia; esta insensibilidad ante la presencia de Dios que nos hace insensibles también ante el mal. No sentimos a Dios y así naturalmente no sentimos tampoco la fuerza del mal y permanecemos en el camino de nuestra comodidad. La adoración nocturna del Jueves Santo, el estar velando con el Señor, debería ser precisamente el momento para hacernos reflexionar sobre la somnolencia de los discípulos, de los defensores de Jesús, de los apóstoles, de nosotros, que no vemos, no queremos ver toda la fuerza del mal, y que no queremos entrar en su pasión por el bien, por la presencia de Dios en el mundo, por el amor al prójimo y a Dios.

El Viernes Santo conmemoraremos la pasión y la muerte del Señor; adoraremos a Cristo crucificado; participaremos en sus sufrimientos con la penitencia y el ayuno. «Mirando al que traspasaron» (Jn. 19, 37), podremos acudir a su corazón desgarrado, del que brota sangre y agua, como a una fuente; de ese corazón, de donde mana el amor de Dios para cada hombre, recibimos su Espíritu. Acompañemos, por tanto, también nosotros a Jesús que sube al Calvario; dejémonos guiar por él hasta la cruz; recibamos la ofrenda de su cuerpo inmolado.

Por último, en la noche del Sábado Santo celebraremos la solemne Vigilia Pascual, en la que se nos anuncia la resurrección de Cristo, su victoria definitiva sobre la muerte, que nos invita a ser en él hombres nuevos. Al participar en esta santa Vigilia, en la noche central de todo el año litúrgico, conmemoraremos nuestro Bautismo, en el que también nosotros hemos sido sepultados con Cristo, para poder resucitar con Él y participar en el banquete del cielo (Ap. 19, 7-9).

Al revivir el Triduo santo, disponemos a acoger también nosotros en nuestra vida la voluntad de Dios, conscientes de que en la voluntad de Dios, aunque parezca dura, en contraste con nuestras intenciones, se encuentra nuestro verdadero bien, el camino de la vida. [1]

 

CELEBRACIÓN LITÚRGICA

Domingo de ramos

Con el Domingo de Ramos se inicia la Semana Santa o Semana Mayor. En este día la Iglesia hace memoria de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, para llevar a cabo su misterio Pascual. En la liturgia se presentan los dos aspectos fundamentales de la Pascua:



1.La entrada triunfal de Jesús a Jerusalén como anuncio e imagen del triunfo de su Resurrección. 

 

2.El recuerdo de su Pasión (el evangelio), que marcará la liberación de la humanidad del pecado y de la muerte.

Celebramos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén en la que todo el pueblo lo alaba como rey con cantos y palmas. Por esto, nosotros llevamos nuestras palmas a la Iglesia para que las bendigan ese día y participamos en la misa (Lc. 19, 35-38).

Lunes a Miércoles.

Lunes a Miércoles Santo son días propicios para la reflexión profunda, la Iglesia invita como en una "última llamada" a acercarse al Sacramento de la Confesión con el fin de estar preparados para vivir la vigilia pascual y el gran acontecimiento de la Pascua. El cristiano debidamente preparado estará en gracia de Dios para participar con toda la Iglesia del gran banquete de la Eucaristía en la Misa más importante del año.

 

Jueves santo

El Jueves Santo hay dos celebraciones importantes:

 


· La Misa Crismal: se celebra durante la mañana en la Catedral. Todos los sacerdotes de la diócesis se unen al Obispo que preside la celebración eucarística y bendice los Santos Óleos (aceites o crismas) que son: el Óleo de los Catecúmenos con el que los cristianos reciben su primera unción en el Bautismo; el Óleo de los Enfermos, para el sacramento de la Unción; y el Santo Crisma, utilizado también en el Bautismo, en la Confirmación y en la unción en el Orden Sacerdotal. Durante esta Misa se hace la renovación de las promesas sacerdotales, para renovar su compromiso de fidelidad para el servicio del Pueblo de Dios.

 


· La Misa Vespertina: con la que se inicia el Triduo Pascual, recordamos la Última Cena de Jesús con sus apóstoles en la que les lavó los pies dándonos un ejemplo de humildad en el servicio, instituyendo el Sacramento del Sacerdocio (Jn. 13, 12-15). También Jesús se quedó con nosotros en el pan y en el vino, dejándonos su cuerpo y su sangre, instituyendo así el Sacramento de la Eucaristía (Lc. 2, 17-20). Al terminar la Última Cena, Jesús se fue a orar al Huerto de los Olivos. Ahí pasó toda la noche y después de estar en oración, llegaron a aprehenderlo (Lc. 22, 39-48).


 

Viernes santo

Ese día recordamos la Pasión de Nuestro Señor: Su prisión, los interrogatorios de Herodes y Pilato; la flagelación, la coronación de espinas, la crucifixión y muerte. Lo conmemoramos con un Vía Crucis solemne. Es un día de luto y tristeza pues no tenemos a Jesús entre nosotros. Todas las imágenes en los templos se cubren y los sagrarios están abiertos y vacíos. Se recuerda el día que pasó entre la muerte y la Resurrección de Jesús (Rom. 5, 6-11).

La Iglesia no celebra un funeral, sino la muerte victoriosa del Señor. Es un día de amorosa contemplación del Sacrificio de Cristo. Es el único día del año en el que no se celebra la Eucaristía, es decir, no hay Misa, ni Consagración del pan y el vino, recordando que en estos días (viernes y sábado) los Apóstoles estuvieron escondidos y sumergidos en la tristeza por miedo a los judíos y por la pena de ver preso y condenado a su Maestro. Se concluye con una solemne oración de los fieles por las grandes intenciones de la Iglesia y del mundo, poniéndolas al pie de la Cruz, sobre la cual muere Cristo por todos los hombres. La Adoración de la Cruz: no es el material de la cruz, sino más bien la Adoración de la persona de Cristo Crucificado y el misterio significado por esta muerte por todos los hombres.

La Comunión: aunque durante el viernes y sábado santos no se celebra ningún sacramento, se reparte entre los fieles la comunión, consagrada desde el día anterior, para permitir una mayor unión con el Cristo que nos salva con su muerte.

Sábado Santo o sábado de Gloria

Durante este día la Iglesia está en actitud de silencio, propicio para la reflexión y oración, esperando la hora de la víspera para dar inicio a la Vigilia Pascual esa noche.

Vigilia Pascual es la celebración central de todo el año litúrgico, ocurre al caer el sol del Sábado Santo. Es la "noche santa" en la que la Iglesia celebra, en la forma más expresiva, la obra de la redención como memoria, presencia y espera. Los cristianos recuerdan la noche en la cual Cristo sale de la tumba, victorioso de la muerte y esta memoria se hace realidad, porque sabemos que el mismo Cristo resucitado está presente en la comunidad que celebra el gran acontecimiento. Lo llamamos "vigilia", por la actitud de espera que debe tener el cristiano. Para todo cristiano este velar adquiere el valor simbólico de la espera de la venida del Señor. Así la Vigilia Pascual se convierte en programa de vida: estar siempre alertos y preparados para nuestro encuentro final con el Señor.

La celebración eucarística es el centro de toda la vigilia. La palabra eucaristía, significa "acción de gracias". En esta noche pascual, la Iglesia celebra su acción de gracias al Padre por habernos dado a su Hijo muerto y resucitado. Este es el momento en que nació la verdadera Eucaristía: ¡La Pascua! Por esto, el Misterio de la Noche Pascual culmina en la Eucaristía, que ya no la ofrece Cristo solo, sino en compañía de su Iglesia (1Pe. 1, 3-5).

Domingo de resurrección o domingo de pascua

Es el día más importante y más alegre para todos nosotros, los católicos, ya que Jesús venció a la muerte y nos dio la vida. Esto quiere decir que Cristo nos da la oportunidad de salvarnos, de entrar al Cielo y vivir siempre en compañía de Dios. Pascua es el paso de la muerte a la vida.

El pueblo hebreo celebraba la fiesta de Pascua Judía en recuerdo de la liberación de la esclavitud que los mantenía el pueblo egipcio. El día de la primera luna llena de primavera. Esta fecha la fijaban en base al año lunar y no al año solar de nuestro calendario moderno. En la fiesta de la Pascua, los judíos se reunían a comer cordero asado y hierbas amargas, recitar bendiciones y cantar salmos. Brindaban por la liberación de la esclavitud. (Heb. 9, 24, 27-28). Jesús es el nuevo cordero pascual que nos trae la nueva liberación, del pecado y de la muerte. Sacrificándose por la salvación de toda la humanidad, que vivió, que existe y existirá.


ORACION FINAL

Si vivimos, vivimos para Dios;

si morimos, morimos para Dios;

en la vida y en la muerte,

somos de Dios.

Nuestras vidas son del Señor,

en sus manos descansarán;

el que cree y vive en él

no morirá.

Con Cristo viviré, con Cristo moriré;

llevando en el cuerpo

la muerte del Señor;

llevando en el alma

la vida del Señor.

Si vivimos, vivimos para Dios;

si morimos, morimos para Dios;

en la vida y en la muerte,

somos de Dios.                

Amén.